lunes, 27 de mayo de 2013

Opinión de Jesús López Garañeda hacia Lea Vicens

Ahora que Castilla se llena de nieblas y fríos, con la eterna penumbra ausente de luz, bueno es recordar y traer a esta página nombres propios relacionados con el oficio de torear. Uno de ellos, es el de Lea Vicens, mujer apasionada por los caballos, conocedora de su limitación, profesional y esforzada amazona que quiere llegar a la cumbre del bello arte, a base de tesón, trabajo, simpatía y oficio.
Conocí a Lea Vicens hace un par de años en su debut y presentación como rejoneadora una tarde allá por San Miguel en la plaza de toros de Olmedo en la que alternaba con el rodense Sergio Vegas y el portugués Paulo Jorge Santos. Su estreno no pudo ser más triunfal pues salió a hombros de la plaza al finalizar el festejo. Recuerdo que la nueva rejoneadora, misacantana en esto de la tauromaquia con caballos, salió a hombros  en el día de su presentación, obtenida tras sustituir además al anunciado rejoneador Leonardo Hernández.
Lea derrochó simpatía, nervios, entrega y buen hacer como notas destacadas de la lidia a los dos novillos de Peralta que lidió, y luciendo una cuadra excepcional de caballos, algunos marcados con el hierro de Rafael Peralta, muy toreros, con doma extraordinaria, pues la monta de Lea Vicens estuvo dirigida siempre por el centauro sevillano Ángel Peralta, presente en el callejón de la plaza de toros.
En estos días cuando llegan los fríos del invierno y los toros rumian estrellas guarecidos de los hielos en sus dehesas, los toreros esperan la temporada que viene, preparándose y entrenando todos los días de la semana porque, cuando menos se piense, los portones volverán a abrirse y las ferias desgranarán sus días de toros, lúdicos y entretenidos en ciudades y pueblos de España, es el momento de dar a conocer aquí la personalidad de esta mujer del bello arte del rejoneo.
Es una de las mujeres que tiene dedicada su vida a la vocación entregada de ser torera, en esta ocasión como amazona, la  francesa Lea Vicens, una señorita que tiene su universidad en el cortijo de Ángel y de Rafael Peralta en la localidad sevillana de Puebla del Río como domadora de sus caballos. Es licenciada en biología por la universidad francesa de Montpellier y llegó a España siguiendo la estela de una afición para ser rejoneadora, compaginándolo con su trabajo en la finca sevillana. De ahí que, a veces, se vea el hierro marcado a fuego de los Hermanos Peralta en sus cabalgaduras.
Desde que madruga Dios el día hasta la hora de comer, doma caballos de la finca en un trabajo que endurece el músculo y la rabadilla para, después de la comida y un pequeño descanso, continuar en sesión de tarde con los potros suyos y acabar con los más adelantados. Su cuadra amplia, hermosa, con pocas carencias, disponiendo de equinos para todas las suertes del rejoneo, lusitanos, cruces de cuarto de milla, árabe o inglés, ha hecho las delicias del aficionado en todas y cada una de las plazas en donde ha actuado: Caballos de rejoneo, nobles brutos cuajados en habilidad, técnica y sentimiento animal que han de someterse al mandato de su jinete. Por eso la amazona los cuida, dispone y les muestra el camino de la preparación, tal como si fueran deportistas de élite y compromiso. A diario el carretón y según el momento del año y tiempo, utiliza las reses elegidas para la aplicación práctica. Cuando ya los pesebres acogen la avena y el pienso de las cabalgaduras y los animales descansan de la jornada, Lea se entrega al estudio de veterinaria, para profundizar en el conocimiento de los caballos.
Lea asimila con interés aplicado las críticas que le hacen sus entrenadores y además, ella, que dice vivir muy bien aquí en España donde desarrolla prácticamente su existencia como jinete profesional, busca el entrar a formar parte de ese abanico de elegidos que exhiben a los espectadores cada tarde de toros su esfuerzo, su doma, su buen hacer en el bello arte del rejoneo.
El maestro Ángel Peralta a quien apreciamos y hemos visto habitualmente con ella por las plazas en donde actúa y que se emociona también en alguno de los lances de Lea, está muy orgulloso de su labor, firme, obediente, y receptiva. Recuerdo en alguna ocasión con qué aplomo, fuerza y cariño se dirigía a ella desde la tronera del burladero en el callejón de la plaza para hacerla la indicación, el análisis breve y rápido del momento, ante la dificultad o la boyantía de la res brava, a fin de que Lea corrigiera el defecto sobre la marcha y cómo se emociona, cuando ella misma ejecuta la suerte con la brillantez que se la espera, con su triunfo como si él reeditara el suyo propio.
Lea Vicens no deja de aprender cada día. Su motivación se la dan los caballos al ver su progreso, especialmente los potros que prepara para rejonear. La íntima satisfacción que pone ella misma en el trabajo para lograr una entrega y dedicación total al mundo del rejoneo es lo que le da las alas para volar alto, muy alto, entre los caballos del aire de la ilusión, cimentada siempre en el esfuerzo, en la dedicación y en la prioridad para crear belleza y elegancia a lomos de un caballo artista y torero. Y aunque el camino hasta el triunfo es muy largo y está tachonado de pruebas y dificultades, Lea lo está intentando y mejora día a día su técnica, su arte, su expresividad. Sus ojos, su mirada serena, henchida de esperanza por lograr cuanto se ha propuesto en esta profesión, denotan las ganas y el afán, la voluntad y el empeño. Por eso,  merece al menos el apoyo del mundo taurino y entrar en la agenda empresarial de los festejos. El público lo agradecerá sin duda.

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