Ahora que Castilla se
llena de nieblas y fríos, con la eterna penumbra ausente de luz, bueno
es recordar y traer a esta página nombres propios relacionados con el
oficio de torear. Uno de ellos, es el de Lea Vicens, mujer apasionada
por los caballos, conocedora de su limitación, profesional y esforzada
amazona que quiere llegar a la cumbre del bello arte, a base de tesón,
trabajo, simpatía y oficio.
Conocí
a Lea Vicens hace un par de años en su debut y presentación como
rejoneadora una tarde allá por San Miguel en la plaza de toros de Olmedo
en la que alternaba con el rodense Sergio Vegas y el portugués Paulo
Jorge Santos. Su estreno no pudo ser más triunfal pues salió a hombros
de la plaza al finalizar el festejo. Recuerdo que la nueva rejoneadora,
misacantana en esto de la tauromaquia con caballos, salió a hombros en el día de su presentación, obtenida tras sustituir además al anunciado rejoneador Leonardo Hernández.
Lea
derrochó simpatía, nervios, entrega y buen hacer como notas destacadas
de la lidia a los dos novillos de Peralta que lidió, y luciendo una
cuadra excepcional de caballos, algunos marcados con el hierro de Rafael
Peralta, muy toreros, con doma extraordinaria, pues la monta de Lea
Vicens estuvo dirigida siempre por el centauro sevillano Ángel Peralta,
presente en el callejón de la plaza de toros.
En
estos días cuando llegan los fríos del invierno y los toros rumian
estrellas guarecidos de los hielos en sus dehesas, los toreros esperan
la temporada que viene, preparándose y entrenando todos los días de la
semana porque, cuando menos se piense, los portones volverán a abrirse y
las ferias desgranarán sus días de toros, lúdicos y entretenidos en
ciudades y pueblos de España, es el momento de dar a conocer aquí la
personalidad de esta mujer del bello arte del rejoneo.
Es una de las mujeres que tiene dedicada su vida a la vocación entregada de ser torera, en esta ocasión como amazona, la francesa
Lea Vicens, una señorita que tiene su universidad en el cortijo de
Ángel y de Rafael Peralta en la localidad sevillana de Puebla del Río
como domadora de sus caballos. Es licenciada en biología por la
universidad francesa de Montpellier y llegó a España siguiendo la estela
de una afición para ser rejoneadora, compaginándolo con su trabajo en
la finca sevillana. De ahí que, a veces, se vea el hierro marcado a
fuego de los Hermanos Peralta en sus cabalgaduras.
Desde
que madruga Dios el día hasta la hora de comer, doma caballos de la
finca en un trabajo que endurece el músculo y la rabadilla para, después
de la comida y un pequeño descanso, continuar en sesión de tarde con
los potros suyos y acabar con los más adelantados. Su cuadra amplia,
hermosa, con pocas carencias, disponiendo de equinos para todas las
suertes del rejoneo, lusitanos, cruces de cuarto de milla, árabe o
inglés, ha hecho las delicias del aficionado en todas y cada una de las
plazas en donde ha actuado: Caballos de rejoneo, nobles brutos cuajados
en habilidad, técnica y sentimiento animal que han de someterse al
mandato de su jinete. Por eso la amazona los cuida, dispone y les
muestra el camino de la preparación, tal como si fueran deportistas de
élite y compromiso. A diario el carretón y según el momento del año y
tiempo, utiliza las reses elegidas para la aplicación práctica. Cuando
ya los pesebres acogen la avena y el pienso de las cabalgaduras y los
animales descansan de la jornada, Lea se entrega al estudio de
veterinaria, para profundizar en el conocimiento de los caballos.
Lea
asimila con interés aplicado las críticas que le hacen sus entrenadores
y además, ella, que dice vivir muy bien aquí en España donde desarrolla
prácticamente su existencia como jinete profesional, busca el entrar a
formar parte de ese abanico de elegidos que exhiben a los espectadores
cada tarde de toros su esfuerzo, su doma, su buen hacer en el bello arte
del rejoneo.
El
maestro Ángel Peralta a quien apreciamos y hemos visto habitualmente
con ella por las plazas en donde actúa y que se emociona también en
alguno de los lances de Lea, está muy orgulloso de su labor, firme,
obediente, y receptiva. Recuerdo en alguna ocasión con qué aplomo,
fuerza y cariño se dirigía a ella desde la tronera del burladero en el
callejón de la plaza para hacerla la indicación, el análisis breve y
rápido del momento, ante la dificultad o la boyantía de la res brava, a
fin de que Lea corrigiera el defecto sobre la marcha y cómo se emociona,
cuando ella misma ejecuta la suerte con la brillantez que se la espera,
con su triunfo como si él reeditara el suyo propio.
Lea
Vicens no deja de aprender cada día. Su motivación se la dan los
caballos al ver su progreso, especialmente los potros que prepara para
rejonear. La íntima satisfacción que pone ella misma en el trabajo para
lograr una entrega y dedicación total al mundo del rejoneo es lo que le
da las alas para volar alto, muy alto, entre los caballos del aire de la
ilusión, cimentada siempre en el esfuerzo, en la dedicación y en la
prioridad para crear belleza y elegancia a lomos de un caballo artista y
torero. Y aunque el camino hasta el triunfo es muy largo y está
tachonado de pruebas y dificultades, Lea lo está intentando y mejora día
a día su técnica, su arte, su expresividad. Sus ojos, su mirada serena,
henchida de esperanza por lograr cuanto se ha propuesto en esta
profesión, denotan las ganas y el afán, la voluntad y el empeño. Por
eso, merece al menos el apoyo del mundo taurino y entrar en la agenda empresarial de los festejos. El público lo agradecerá sin duda.
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